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Arte

El Club de los Balleneros homenajea a Páez Vilaró con placa conmemorativa

Carlos Páez Vilaró fue recordado con una misa al cumplirse un año de su fallecimiento.

La viuda del artista, Annette Deussen de Páez y cuatro de sus hijos recordaron a Carlos con una misa íntima celebrada en el Museo Taller de Casapueblo. Antes de la misa, los familiares y amigos participaron de la “Ceremonia del Sol”; la obra realizada por el extinto artista para homenajear el paso del astro rey hacia el ocaso desde la terraza de Casapueblo. La inolvidable voz del pintor acompañada por el “concierto de Aranjuez” se volvió a escuchar una vez más en la terraza de Casapueblo. “Hola Sol …! Otra vez sin anunciarte llegas a visitarnos. Otra vez en tu larga caminata desde el comienzo de la vida”.Amigos, dirigentes políticos, jerarcas y empresarios acompañaron a Annette y a sus hijos Carlos Miguel Páez Rodríguez, Sebastián, Florencio y Alejandro Páez Deussen quienes encabezaron la ceremonia realizada en el taller del desaparecido artista.

Agó y Mercedes Páez Rodríguez, las hijas del matrimonio del artista con Madelón Rodríguez, homenajearon a su padre en la punta de Punta Ballena. Luego de escuchar el homenaje al Sol, niños convocados por Agó y Beba Páez pintaron un sol gigantesco en homenaje al artista fallecido. El conjunto “Cuareim 1080” participó con varios de sus integrantes para hacer sonar sus tambores en homenaje a su compañero de tantas Llamadas.

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 La Ceremonia del Sol de Carlos.

 

 

Conocé Casa Pueblo la Obra maestra de Carlos Paéz Vilaró

 

 

Recordando el último cumpleaños de Carlos

 


 

Artista plástico, escultor, escritor, constructor, visionario. Carlos Páez Vilaró fue uno de los hombres que vistió de magia y colores, de palabras y objetos no sólo Punta del Este sino también buena parte del mundo.

Viajero incansable, fue detrás de cada nueva aventura lanzado con la convicción de quien sabe que todos los días son únicos. Así viajó a Buenos Aires a sus 18 años desde su Montevideo natal para conocer la bohemia de la ciudad porteña.

Así luego volvió a Montevideo para reencontrarse con el candombe y la negritud del barrio Sur. Esa pasión lo llevó a Brasil y también a África. Siempre pintando sus pasiones. Europa, los Estados Unidos, también conocieron su obra y sus sueños. Pero fue en Punta del Este donde encontró la escultura que podía habitar, Casapueblo.

Al mismo tiempo que fundaba el Club de Balleneros, Páez Vilaró vislumbró la casa única como su arte. En 1965, decía: “El lomo de la ballena pasó a ser mi gran descubrimiento. Sus propietarios (las hijas de Don Antonio Lussich) no le veían utilidad por el peligro que ofrecían sus acantilados y las dificultades que presentaba para la construcción. En ese momento era un brazo de roca desnudo estirado hacia el horizonte, tatuado por una serie de alambrados de púas… El paisaje era desolado e imponente. Una pirca de piedra dividía el cerro en dos. Las fracciones se vendían por hectáreas, no por metros… una flamante sociedad de amigos argentinos y uruguayos −Club de la Ballena S.A.− asumía la responsabilidad de dinamizar un área adormecida. Lo cierto es que Charly Menditeguy, Thomas Anchorena, los Martins, Torcuato Sozlo, un grupo formidable de gente, compraron una parte. Pero más que con el ánimo de hacer un negocio, con el de ayudarme para que yo tuviera este lugar… allí levanté Casapueblo, mi escultura para vivir”.

Siempre inquieto, Páez Vilaró supo luchar contra las adversidades con el mismo espíritu con que enfrentaba un lienzo en blanco o una piedra que pedía ser moldeada. Cuando su hijo Carlos Miguel cayó con un avión en el hecho conocido como La Tragedia de los Andes, Páez Vilaró siguió mirando la luna y diciendo que ella lo unía con su hijo. Cuando el entonces joven Carlitos apareció entre los sobrevivientes, el artista siguió fiel a la luna. Tanto como a ese sol que se esconde en el mar cada atardecer y su espectáculo único es aplaudido desde Casapueblo.

Fue un padre amoroso de sus tres hijos mayores −frutos del matrimonio con Madelón Rodríguez Gómez−, Carlos Miguel, Mercedes y Agó. Y de sus tres menores: Sebastián, Florencio y Alejandro, hijos que tuvo con Annette Deussen. Hoy ese sol que tanto amaba sigue presente en la bandera que hizo para el buque Capitán Miranda y también aquí en Punta del Este Internacional, en el dibujo del sol que hizo para esta revista. Su obra sigue viva en Casapueblo y en varios museos y murales del mundo. Porque como canta la poeta Rossana Paulós en su poema homenaje “Embajador del sol”: “Hoy el mundo te despide/ rinde tributo a tu sol/ el sol que llevas por dentro/ no apagará su fulgor”.